22 noviembre 2006

El miedo y la intimidad

Este domingo, leyendo el artículo de Maruja Torres en El País semanal, no pude evitar soltar unas cuantas carcajadas, no porque el tema del que habla no me parezca serio, sino por la gamberrada que propone al final.

[...] he decidido que mi primera acción gamberra consistirá en presentarme en todos los aeropuertos que me toquen con una bolsita transparente en la que habré introducido previamente una docena de condones rellenos de leche condensada. A ver quién es el chulo que se organiza para determinar qué debe hacer con ello. Tengo un amigo médico que ha accedido a extenderme un certificado: “Se ruega dejen pasar a la señora. El contenido de la bolsa, esperma fresco de la mejor calidad, puede caducar si la espera es larga. La señora precisa una inseminación artificial de urgencia con destino a una investigación de células madre para poder realizarse un autotrasplante de médula”.

El tema de la bolsita transparente en los aviones ya me parecía ridículo cuando este verano empezaron a exigirlo en los vuelos que salían de Londres, pero que la Unión Europea se haya sumado a la política de tener a sus ciudadanos acojonados me parece imperdonable. Como Maruja, estoy convencida de que estos controles no son por nuestra seguridad, sino para vendernos que nos están proporcionando seguridad.
Desde que esas normas entraron en vigor no he tenido el "placer" de volar, pero me entra una mala leche cuando pienso en que, por ejemplo, no podré llevar agua para beber (menudo negocio harán las aerolíneas) a menos que me dedique a llenar de agua botellitas de 100 ml o en que tendré que sacar el portátil de la mochila (además de la bolsita con los líquidos/cremas/geles) para pasarlo por el escáner y que, además, me tendré que quitar el abrigo/la chaqueta y, por supuesto, también tendré que poner en la bandejita (como siempre) el cinturón, el móvil, las llaves, el reloj... Y digo yo: ¿cuántas manos se piensan que tenemos?, ¿o es que va a haber alguien para ayudarnos a sacar las cosas y volverlas a guardar antes de que el siguiente en la cola se ponga nervioso?
Lástima que las gamberradas como la que propone Maruja no sean muy compatibles con las prisas con las que muchos solemos viajar, pero desde luego estaría muy bien hacer algo similar en algún viaje en grupo en el que te presentases en el aeropuerto con tiempo de sobra.

No hay comentarios: